viernes, 27 de noviembre de 2009

En visperas del Inicio del Adviento 2009

Este Domingo es la primera semana del Adviento 2009, es la primera Semana del Año Litrugico que de adentrata en el año en que como país viviremos el Bicentenario de la Constitución de la Primera Junta de Gobierno, para la administración, del Reino durante el cautiverio del Rey Fernando VII y su familia, en manos de Napoleón.

Lo que fue el inicio de nuestro proceso de Emancipación de la Corona Española, que culminará el 12 de Febrero de 1818, con la Firma y Jura de la Declaración de Independencia.
En este nuevo año tan especial, miremos este periodo de adviento, que es la preparación de nuestros corazones para la llegada del niño, como una oportunidad para recibir es nuestro coración el "vocare" de la patria celestial.
Para ello compartimos algunos pasajes del Mensaje del papa Benedicto en el Angelus del domingo 7 de diciembre de 2008:

"Estamos viviendo el tiempo litúrgico de Adviento: tiempo de apertura al futuro de Dios, tiempo de preparación para la santa Navidad, cuando él, el Señor, que es la novedad absoluta, vino a habitar en medio de esta humanidad decaída para renovarla desde dentro. En la liturgia de Adviento resuena un mensaje lleno de esperanza, que invita a levantar la mirada al horizonte último, pero, al mismo tiempo, a reconocer en el presente los signos del Dios-con-nosotros.

También hoy se eleva la voz de la Iglesia: "En el desierto preparadle un camino al Señor" (Is 40, 3). Para las poblaciones agotadas por la miseria y el hambre, para las multitudes de prófugos, para cuantos sufren graves y sistemáticas violaciones de sus derechos, la Iglesia se pone como centinela sobre el monte alto de la fe y anuncia: "Aquí está vuestro Dios. Mirad: Dios, el Señor, llega con fuerza" (Is 40, 11).

Este anuncio profético se realizó en Jesucristo. Él, con su predicación y después con su muerte y resurrección, cumplió las antiguas promesas, revelando una perspectiva más profunda y universal. Inauguró un éxodo ya no sólo terreno, histórico y como tal provisional, sino radical y definitivo: el paso del reino del mal al reino de Dios, del dominio del pecado y la muerte al del amor y la vida. Por tanto, la esperanza cristiana va más allá de la legítima esperanza de una liberación social y política, porque lo que Jesús inició es una humanidad nueva, que viene "de Dios", pero al mismo tiempo germina en nuestra tierra, en la medida en que se deja fecundar por el Espíritu del Señor. Por tanto, se trata de entrar plenamente en la lógica de la fe: creer en Dios, en su designio de salvación, y al mismo tiempo comprometerse en la construcción de su reino. En efecto, la justicia y la paz son un don de Dios, pero requieren hombres y mujeres que sean "tierra buena", dispuesta a acoger la buena semilla de su Palabra.

Primicia de esta nueva humanidad es Jesús, Hijo de Dios e hijo de María. Ella, la Virgen Madre, es el "camino" que Dios mismo se preparó para venir al mundo. Con toda su humildad, María camina a la cabeza del nuevo Israel en el éxodo de todo exilio, de toda opresión, de toda esclavitud moral y material, hacia "los nuevos cielos y la nueva tierra, en los que habita la justicia" (2 P 3, 13). A su intercesión materna encomendamos las esperanzas de paz y de salvación de los hombres de nuestro tiempo. "

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